Guarida III

Esta es la gélida y friolenta guarida tres. Custodiada tan solo por tres miembros Krivhlid, es una de las más fieras y estratégicas de las guaridas en total.
Su líder es una jovencita muy sabia y pasiva, que comanda a sus dos compañeros, altamente peligrosos.

-Será mejor ponernos en marcha, Ziel-Exclamó la mujer de cabellos azabaches-Los demás centinelas creen que ya hemos partido.

-Lo sé, vamos-Aceptó la joven muchacha, llamando con la mirada a su tercer compañero, abandonando la enorme y nívea estructura.

El hombre se miraba las uñas con una mirada de concentración única en él... Casi sin escuchar lo que sus compañeras decías, se puso de pie y las siguió unos pasos atrasado, aun observando sus uñas... Impaciente. Comenzó a tararear muy bajo... En el frío resonaba su eco.

Algunos metros de donde se encontraban los enemigos, una figura de cabello blanco y ojos rojos apareció. Miró hacia todos lados, aparte de las tres figuras, no había nadie más en la guarida, lo que significaba que únicamente él había llegado de su escuadrón. Bufó disgustado, le hubiera encantado atacar y acabar con todo de una vez, sin embargo estaba en clara desventaja, tres contra uno. Sin duda alguna sería una imprudencia y un suicidio seguro tratar de ejecutar algún movimiento.
Entonces, esperó a sus compañeros.

Sin duda alguna el aumento de temperatura que hubo en el ambiente a las espaldas del demonio tuvo que ser suficiente como para advertirle que no estaba del todo solo. No había llegado primero, pero tampoco segundo, más bien había llegado al mismo tiempo que su compañero, solo que él se había mantenido en las sombras pero en ningún momento se le dio por observar a sus tres oponentes, quien sabe por qué. Koue, quien vestía una simple remera blanca y unos jean gastados, se posicionó en el lado derecho de Ántares y le miró de reojo antes de inclinar la cabeza en forma de saludo. Fue entonces que miró a los tres seres que salían de la guarida.

Anelisse fue quien tomó la defensiva de la pequeña Junsth que buscaba los ojos del líder Koue casi con desespero. Parecía querer decir algo, mas todo quedó en el olvido al su compañera lanzar el primer ataque. Simplemente elevó una de sus manos y un centenar de flechas ya estaban recorriendo los aires, en picada hacia los tres rivales.
Fue Kiera la primera en alertar, lanzando un gruñido al aire. Miró a sus compañeros, a la espera.

Con la mirada un tanto aburrida, Perth comenzó a buscar a sus enemigos, encontrándose con sólo tres de ellos. Apenas dio un par de pasos al frente, con un suspiro que al expulsarlo dejó salir un vaho de su boca, con la singularidad de ser ligeramente rojo. Como si su columna y sus manos siguieran una coreografía, Perth curvó su espalda hacia afuera y luego hacia adentro, como un látigo, mientras sus manos parecían tomar impulso de algún objeto imaginario en el aire. A la vez que metía su pecho y abría las manos, el tatuaje en su cuello pareció incendiarse con un rojo hipnotizador. De sus ojos salió de pronto un rayo carmín intenso y amenazante directo a las otras tres personas.

Antares ni siquiera tuvo tiempo de responder a Koue, cuando entonces aparecieron las flechas y el rayo carmesí. El demonio saltó, dijo algo en el idioma de los Setan y de pronto ya no era él, su cuerpo había desaparecido y sido sustituido por otro, el que seguramente era de un muchacho famélico y pequeño, que corría a una velocidad increíble.
Se posicionó justo en medio de sus compañeros y, conjurando, colocó a Seelen frente a él, donde un rayo violeta y traslúcido aparecio y se extendió, creando así un campo de fuerza para protegerlos de las flechas. Como todos sus poderes robados, no era ni la décima parte de fuerte que uno conjurado por un experto en aquella disciplina, sin embargo serviría, al menos por el momento.
-¡El rayo!-Fue lo único que dijo, viendo como el ataque de Perth iba hacia ellos.

Y aquello fue lo que desencadenó que, por primera vez en una batalla que no fuera la de La Luna Sangrienta, Koue se convirtiera en cenizas para que de ellas surgiera un inmenso dragón rojo adornados por afiladas púas que sobresalían sobre su cabeza como si la estuvieran coronando en todo su lomo y tras sus patas. Tan solo basto con rodear a su compañera con una pata y Antares con su cola, antes de que el rayo diera en sus escamas y saliera rebotado en dirección de sus adversarios ¿como era aquello posible? Fácil, Koue llevaba ya varios años con vida y cada uno que pasaba más pequeñas, duras y compactas se volvían sus escamas hasta llegar a ser lo que hoy eran: Impenetrables. Rugió con fuerza haciendo que todo tiemble al rededor y al bajar la cabeza soltó una gran bola de fuego que se dirigía a Anelisse.

- ¿Están bien? - preguntó entonces, en el segundo después que había lanzado la bola de fuego él había retomado su forma humana.